viernes, 1 de octubre de 2010

Quinientas migraciones




Miraba las bandadas de pájaros tan extasiada como cuando no sabíamos dónde iban.
Me llenaba de curiosidad la mente y de belleza los ojos.
Cómo me gustaba ir de pequeña, por campos que fueron huerta, y en ese entonces, áridos entre huertos y casas, eran nuestros anchos caminos hacia el colegio, la iglesia o la tienda de chucherías.
Si iba a llover volaban de una forma, si hacía enorme sol de otra, si entraba el invierno, volaban lejos.
Siempre amé ese caracter fuerte de los pájaros. Grandes familias con las ideas claras, destino claro.
Luego fuí creciendo y perdiendo la poesía, me iban quitando la magia de sus destinos, las respuestas a tantas preguntas que hacía.
Un gran amor a los animales, supongo que nunca se marchita, eso quedó quemado con hierro en mi cuerpo.
Aunque si que me gustaría un día, verlos como entonces, ver como contrastaban sus siluetas oscuras sobre azules nubes del atardecer, como se volvía loco un murciélago que se cruzaba, como las moscas bajaban y se pegaban, y el alto cielo era sólo para ellos, volando en otra dirección.

Nota: Estoy pintando un cielo en un cuadro grandecito, pero sin pájaros, pues me dejaron un vacio., a veces, hago fotos a cielos cuando los encuentro parecidos a los de mi infancia a ese clima de va a llover en un hermoso día, ya no los encuentro a menudo, y ni siquiera me parecen la misma cosa, aunque también los disfruto.
Un beso a Navegantes.