lunes, 17 de julio de 2017

Nika Selva

Selva negra, profunda, oscura y bella.
Juguetona de sonrisa socarrona,
mi pequeña niña, mi gran hermana
y mi igual amiga.
De cachorra corrías y de un salto
sobre mi cabeza caían cuatro patas,
primer ojo abierto de la mañana.
A veces te ponías sobre mí y me mirabas
me observabas sorprendida
y nada cautelosa me golpeabas con tu pata
En ojo, nariz... o boca
Y yo salía corriendo a lavarme los dientes
ya era hora de levantarse.
Buenos días por la mañana, me decía tu carita.
De jovencita me dejabas juguetes y zapatillas
por todo el suelo de la casa,
pelotas de tenis detrás de mi pie
si no te miraba.
y entonces... zas, ¡traspies!
¡Nika no dejes tus cosas por en medio!
Parece que casi buscabas colocarme la trampa.
En la playa saltabas de rocas y yo me asustaba,
tu juego era coger todo lo que volara o nadara,
perseguir olas y ladrar a esos malditos intrusos
humanos que pensaban que podían bañarse
cerca del perímetro que tú hubieras decidido tuyo.
Aún así, ya con correa que se alargara
seguí y siempre seguiría llevándote a la playa.
Hermosa mi negrita, de pecho blanco.
Como en Benjamin Button nuestras edades se han encontrado.
Tengo tu apoyo y nuestra simpatía,
entre maduras y pensadoras
entre niñas consentidas
Hoy te has subido a la cama, sentado,
te he abrazado y te has quedado quietecita.
Qué poco he hecho por ti y que bien me has salido.



domingo, 16 de julio de 2017

Automedicación.

Me encuentro feliz y me sorprendo, más cada día.
Sonrío y dejo de soñar con las personas que me lastimaron,
queriendo o sin querer, a veces una les regala el cuchillo.
Me entretengo y ¡oh sorpresa! me divierto.
Me suelto y me recojo el pelo, me visto con alegría
ya está dentro listo para regodearse en lo de fuera.
Vuelvo a tener apetito de libros y revistas,
colores, cuentos, vídeos y fotografías.
Una tirita aquí, una venda allá,
una vacuna contra el autoencierro.
Tengo ganas de estudiar y me concentro
¿cómo puede ser tan fácil de nuevo?
Su nombre es lejano, el del otro más cercano,
el de ella es basura empujada por el tiempo.
Aparecen a veces resquicios de su realidad
y sigo satisfecha, enorme, orgullosa.
No he necesitado decirme que nunca pasó
engañarme enterrando a nadie
todos, hay sitio para todos en mí, sed felices.
Yo vuelvo a salir a jugar.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Bloqueos y puertas.

Llevo tantos meses en este viaje, mi propia odisea.
Las hay para todos los gustos y a todos nos duele la propia.
Quisiera ser menos egoísta, menos egocéntrica, Dios sabe que lo quiero.
Pero se cierra mi cabeza, pierdo mi concentración, llevo meses sin saber leer, sin saber escribir, sin saber contar nada.
Mis seres queridos notan que estoy más callada, hace tiempo que sólo hablo de banalidades, o cosas importantes para otros, pero mis cosas están atrapadas, cerradas bajo llave, y no quiero mostrarlas, no puedo pensarlas, no sé relatarlas.
No salgo de este barco, ni con tiempo, ni con gente, ni con soledad.
Remo contracorriente y miro hacia el sol que brilla.
No consigo ver nada y guiño los ojos para ver más.
Todo se vuelve una luz cegadora dentro de mi cabeza.
Siento dolor detrás de los ojos y algo martillea mi frente.
Cuanto más intento recuperarme a mi misma, agarrar mi mano para subirme al bote, más fuerte es la corriente y más me arrastra, a la yo en el agua y a la yo de arriba.
No consigo sentirme feliz ni triste.
Sólo sé que es un pensamiento que da vueltas sobre mi, que vacía a los otros de importancia, que yo no la tengo para el mundo en su orden funcional. Nadie la tiene.
Me pido poder pasar de largo, cruzar de una vez este mar de pequeñas y grandes manías.
Dejar de soñar lo mismo.
Poner un punto para poder seguir escribiendo.
Y dejar de centrarme en mi, saber que el mundo es más grande no me da el poder de restarme importancia.
El saber dicen que es el primer paso para aceptarlo. ¿Pero una vez lo aceptas cuál es el paso?