miércoles, 17 de mayo de 2017

Bloqueos y puertas.

Llevo tantos meses en este viaje, mi propia odisea.
Las hay para todos los gustos y a todos nos duele la propia.
Quisiera ser menos egoísta, menos egocéntrica, Dios sabe que lo quiero.
Pero se cierra mi cabeza, pierdo mi concentración, llevo meses sin saber leer, sin saber escribir, sin saber contar nada.
Mis seres queridos notan que estoy más callada, hace tiempo que sólo hablo de banalidades, o cosas importantes para otros, pero mis cosas están atrapadas, cerradas bajo llave, y no quiero mostrarlas, no puedo pensarlas, no sé relatarlas.
No salgo de este barco, ni con tiempo, ni con gente, ni con soledad.
Remo contracorriente y miro hacia el sol que brilla.
No consigo ver nada y guiño los ojos para ver más.
Todo se vuelve una luz cegadora dentro de mi cabeza.
Siento dolor detrás de los ojos y algo martillea mi frente.
Cuanto más intento recuperarme a mi misma, agarrar mi mano para subirme al bote, más fuerte es la corriente y más me arrastra, a la yo en el agua y a la yo de arriba.
No consigo sentirme feliz ni triste.
Sólo sé que es un pensamiento que da vueltas sobre mi, que vacía a los otros de importancia, que yo no la tengo para el mundo en su orden funcional. Nadie la tiene.
Me pido poder pasar de largo, cruzar de una vez este mar de pequeñas y grandes manías.
Dejar de soñar lo mismo.
Poner un punto para poder seguir escribiendo.
Y dejar de centrarme en mi, saber que el mundo es más grande no me da el poder de restarme importancia.
El saber dicen que es el primer paso para aceptarlo. ¿Pero una vez lo aceptas cuál es el paso?