martes, 11 de enero de 2011
El vistazo sobre el té.
Miras ese humillo seriamente, como si fuera el acto más coherente de todo el día.
Me miras como si fuera lo más prescindible, vuelves a mirar a tu té amado.
En mí, encuentro partes de demasiados sueños, adjetivos de adulta inacabados, basuras de genios que un día soñamos ser.
No me quedan demasiadas esperanzas de ser alguien y sigo siendo una.
En la vida social es mejor invertir esos aspectos, en la vida personal está así tal cual muy bien.
Guardo mis pinturas, mis dibujos, mis obras inacabadas y te miro con ojillos de perro que pide perdón.
Dame la mano, tocamé el pelo, pero sigue mirando tu té. Bébelo.
Yo espero, mirando de un vistazo ligero el té en tu poder, que siga humeando, que siga caliente, que siga vivo. Así no escrutinarás mi vida, en mis ojos. No me preguntarás qué hice hoy, que arte pinté, que forma abstracta física muestra hoy a través de mis manos lo que siento.
Si hay algo peor que la sequía... eres tú.
Con tu fuerza de soldado escuchador, con tu facilidad de ignorar al mundo, y sólo cuando me haces caso, me reinterpreto.
Somos uno, y los que somos uno sabemos el miedo que da una pregunta, y hay soldados que sólo hablan para hacer las preguntas adecuadas.
Por eso me da tranquilidad que ahora estés concentrado en tu té, y me des un tiempo desde tu ignorancia.
Desde tu capacidad de ser superior, una balsa de aire en el humo de tu té.
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