jueves, 16 de agosto de 2012

Cuando lees, ¿escribes?

Durante los últimos meses estoy rescatándome de un olvido creativo que me forcé. Para estas etapas parece que necesito varios meses de severa paz y tranquilidad, no siempre se consigue, a veces me altera el trabajo,    otras un problema que busco y encuentro en mis relaciones; discusiones, soberbia o falta de metas cumplidas, sobre todo eso, la culpa, que proyecto en varias direcciones de insatisfacción, supongo que nos pasa a muchos, hace tiempo que descubrí lo estúpido e imposible que es "ser único".
Es muy común tener un resfriado, y nadie (mentalmente cuerdo) piensa que eres un rarito por ello, ni que ya no te levantarás de la cama jamás, en cambio, tenemos estigmatizado el problema psicológico, si padeces aletargamiento, depresión, ira... lo achacan a que eres así, y no cambiarás. Cree el mundo que no puede tenerse una enfermedad sólo un tiempo, una semana, como una gripe, tres días de subida, estabilidad en el mal y dos días de bajada... nadie lo cree. El dolor mental te culpa y te convierte en un ser "loco" insalvable, y que por nunca jamás tendrá cabida entre los otros. Así, todos los que reconocemos nuestra mente, con sus lagunas, con sus momentos buenos y malos, sentimos que es para nosotros, que no podemos explicarle a nadie nuestra locura, que nos sentimos mal, y que quizá esas cosas que nos hieren tanto esos días las obviemos al mes siguiente y podamos ser felices y transmitir una sonrisa perfecta y sincera. Aprendemos a comernos nuestras dudas y sentimientos, pero los cercanos lo pagan. Los que conviven con nosotros pueden ver nuestras dos caras y a veces incluso... seguir queriéndonos.
Tras el resfriado de la mente, en el que soy infeliz por varios motivos que a veces se repiten en otros resfriados mentales... consigo rescatar mi creatividad. Es como mi antibiotico, mi salvavidas redondo y naranja.
Entonces son los dos caminos necesarios y convergentes para mi felicidad. El curarme del resfriado y el largo tiempo de paz y calma que libera mis manos. Tras el dolor mental vienen las ideas, épocas de riqueza creativa, y si le sumo la calma, el no tener problemas con familia, trabajo o amigos, consigo entonces las manos, las ganas de escribir ya no son tan sólo ganas, sino que mis manos toman el ordenador, lápiz o bolígrafo y escriben. También a veces de la pena durante la enfermedad del alma se pinta, o se escribe, pero son obras que suelen producirme dolor, pasa el tiempo y las miro con algo de vergüenza por haber abierto demasiado mi alma, dejando que se escapara algún secreto que yo veo muy obvio. Luego me tranquiliza que no todo el mundo lo ve así de sencillo, entonces mi armadura se relaja, y vuelve a su posición natural. También salen obras de la pena que me dan ganas de destrozar, porque me siento estúpida o siento que lo son, no pasa nada, suelo calmarme, todo vale en esta representación mía a modo de diario.
Lo que quiero decir, es que ahora, en vacaciones (después de un tiempo en el que he sentido que sabía qué hacer con mi vida), he leído mucho y con mucha paz, he rescatado mi creatividad forzada últimamente en trabajos menores para que no se durmiera, y siento que vuelvo a ver palabras y formas claras en mi mente, que quiero verter de cualquier forma, y transmitir (no sé por qué, quizá piense sobre eso otro día).
La cosa, es que leer tanto y con ganas me hace sentir que no me faltan palabras para escribir, y que no tengo ese silencio en las manos, ese blanco del papel del diario o de una hoja de edición en el ordenador. No sé si he encontrado a los escritores que me animan, que los vea vulnerables y con ganas de levantar la mano para pedir su turno (como yo), quizás es eso, que de tanto leer me animé, y que como no tengo graves problemas ni enfermedad mental temporal, pues... simplemente... tengo mucho que escribir. Y eso, pues me gusta oye.

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